En el extremo sur de Chile, donde la Patagonia se abre paso entre bosques húmedos y vientos fríos, crece una de las frutas más poderosas del territorio: el maqui (Aristotelia chilensis). Durante siglos, este pequeño fruto morado ha sido parte de la vida de las comunidades originarias, valorado no solo por su sabor intenso, sino también por su capacidad de fortalecer el cuerpo frente al clima extremo del sur.
Hoy, su recolección se mantiene 100% orgánica, respetando los ciclos naturales del arbusto y evitando cualquier intervención química. Los recolectores patagónicos seleccionan los frutos a mano durante el verano austral, siguiendo prácticas sustentables que preservan tanto el ecosistema como la calidad de cada baya. Esta cosecha artesanal es clave para conservar su riqueza nutricional.
El maqui (Aristotelia chilensis) se ha convertido en uno de los superalimentos más estudiados del continente gracias a su altísimo contenido de antocianinas y polifenoles, potentes antioxidantes que ayudan a neutralizar el estrés oxidativo en el organismo. Su color morado profundo revela justamente esa concentración natural: mientras más oscuro el fruto, mayor su potencia antioxidante.
Para nuestro cuerpo, el maqui puede contribuir a:
- Reducir la inflamación.
- Fortalecer el sistema inmune.
- Proteger las células del daño oxidativo.
- Favorecer la energía sostenida y la recuperación física.
Un fruto nativo, cosechado de manera respetuosa en la Patagonia chilena, que concentra en su tamaño pequeño una fuerza nutricional notable.
